sábado, 26 de noviembre de 2011

El Chupi-chupi clandestino: ¿prohibir es la solución?

Por: Antonio Enrique González Rojas
  Arrepentido estoy de no haber visionado la Mesa Redonda donde el Ministro de Cultura, Abel Prieto, asumió probablemente la primera acción “real” contra la excrecencia que representa el reggaetón para la música cubana: dígase la expulsión del video clip del tema El chupi chupi, del tal Osmany García, patéticamente autotitulado La Voz (¡Ay, Frank Sinatra y Maggie Carlés!), del parnaso legitimador de los Premios Lucas 2011. De probada incapacidad para trascender sus magros y marginales orígenes, a diferencia de los  imprescindibles danzón, jazz, tango, blues, soul, rap y demás géneros que marcaron la faz del siglo XX para Cuba y el mundo, emergidos de los contextos más humildes  y discriminados, el reggaetón acusa más de una década de entronizamiento en los circuitos nacionales de la música comercial, el audiovisual, el cabaret y las empresas clandestinas de grabación, generando pingues ganancias para sus cultores, también autoinvestidos como “máquinas de hacer dinero”, al estilo de la baratija patriotera del Baby Lore y su vulgar cohorte de epígonos.
  Huero hasta la ningunidad más ingente, el poco tiene que ofrecer para la posteridad, fuera de la adscripción ciega de millones de cubanos, ignorantes de las diversas calidades pasadas y presentes con que se ha tejido el complejo entramado sonoro criollo, cimentado en pilares que van desde Esteban Salas hasta Leo Brower, desde Miguel Failde hasta Benny Moré. El pobrísimo espectro melódico, las más raquíticas letras y la ínfima ralea de su principales “estrellas”, hacen del reggaetón terrible heraldo de generaciones cubanas, extraviadas en el peor de los analfabetismos culturales. No pude menos que congratularme, cuando conocí de amada voz que el consabido pretexto esgrimido por Lucas de sólo valorar la factura visual y no musical, no bastó para evitar proscribir del templo al oneroso comerciante que amenazaba obtener el Premio al Video más Popular y peor, al Video del Año, para una nueva validación del engendro. Vengado me vi de las interminables horas que he pasado en ómnibus ASTRO, obligado a visionar en los circuitos televisivos internos los infinitos galimatías reggaetoneros, hasta el  mismo borde del colapso nervioso, así como otros periplos en máquinas de alquiler, bajo semejantes y ensordecedoras condiciones. Mi regocijo no tiene límites, a la verdad…
  Mas, un tanto aplacado el primer entusiasmo por la estocada institucional, que requirió de una iniciativa del más alto nivel ante la inacción y la negligencia más escandalosas de las organizaciones artístico-mediáticas encargadas de jerarquizar las propuestas estéticas, me pregunto si esta “cura de caballo” es solución viable para acotar la avalancha de mediocridad que nos embarga. ¿La prohibición ha sido alguna vez útil, a largo plazo, para destronar el mal gusto de una sociedad abocada al caos gnoseológico, al retroceso intelectual, al extrañamiento más catastrófico respecto a su cultura?
  Sabemos que cualquier tipo de veda confiere a las cosas condenadas un atractivo extra entre los seres humanos, quienes satisfacen sus flujos de adrenalina con la violación de los tabúes, sean los que sean. Lo prohibido se nimba de leyenda, hiperbolizándose hasta lo sacro y mítico. No hace falta enumerar perogrullescos ejemplos. Sobran.
  Precisamente, el carácter clandestino que inviste al reggaetón cubano desde sus propios orígenes a inicios del siglo XXI (recuerdo mi época universitaria, cuando los temas del santiaguero Candyman brotaban de los bicitaxis habaneros como la mala hierba), ha determinado en cierta medida su proliferación, amén de apelar a los instintos sexuales, violentos y egoístas más básicamente animalescos del homo (no) sapiens, que garantizan su perennidad. Su continuo reptar a espaldas de los circuitos oficiales de grabación, hasta rendirse estos a la imbatible oleada (si no puedes con tu enemigo…ábrele las piernas), le ha creado una aureola de alternatividad y rústico sensualismo, cual cornucopia que mana interminable hedonismo.
  Súmesele a esto la prolífica empresa que representa la grabación de fonogramas y filmación de videos clip a estos grupúsculos, más peligrosos que la “mafia miamense” y la “disidencia” interna en tanto amenaza para la integridad nacional. Verdaderas cumbres estéticas se han alcanzado con varias de estas producciones, promocionadas y galardonadas por Lucas, validándose lo peor con lo mejor. Y tras el ya muy obsceno tema de El pudín, aparece la jerigonza del Chupi chupi, cuya sandez ha sido, al menos, igualada por el bodrio promocionado por Kola Loka, intitulado A la my love, delatándose cuán profundo es el abismo al que nos dejamos conducir alegremente por el reggaetón. ¿Qué hacer entonces en un panorama donde los medios “oficiales” han perdido toda preeminencia en la percepción de un cubano del siglo XXI, para quien es muy barato y gratis incluso, sumergirse en corrientes alternas de consumo audiovisual?
  Consciente de la incapacidad para desterrar del gusto masivo nacional el terrible género, el Ministerio de Cultura remonta el sendero de la guerra, el warpath  de Gerónimo, Toro Sentado y Caballo Loco, lanzando pírrica y suicida arremetida contra el monstruoso campeón de la mediocridad, so pena de extender un tiempo más la fama del tema de marras, el cual se mantendrá entre Lo más pega´o del piso 13 y otros cuentos de horror, de la mala música cubana. Este acto, sin dudas muy desesperado, quizás represente una reacción cualitativa de la institución, queno debe permanecer como acción aislada, sino complementarse de la intensa promoción/validación de casi ignorados talentos, quienes, contra ignorancia y marea, hacen buena música. Quizás implique un repensamiento de los espectáculos de premiación, en tanto la participación de elencos. Quizás hasta Lucas se recualifique. Quizás, quizás, quizás…bueno, al menos soñar no cuesta nada. La cuestión es que esta actitud huele a suicidio, pero igual la considero muy valerosa, a la vez que delata la inacción de los diversos responsables de alzar barricadas de buen gusto ante los chacales, insurrectos y gente de dudosa zona, que asolan las planicies del gusto mayoritario cual salvajes tártaros. Como sea, felicidades Ministro…     
    
      

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