viernes, 14 de octubre de 2011

Prefabricación del gusto



Por: Lilién Aguilera González
(…) la clave no es elevarse hasta zonas misteriosas e inalcanzables que la Naturaleza ofrece, sino hacerlas descender y adaptarlas a modelos lógicos, desechando e ignorando infinidades de aspectos que demuestran a cada rato cuán inacabados son los sistemas de pensamiento.
A. E. González Rojas
  Los criterios de selección y aprobación ante determinada actitud, suceso o producto, presente en constantes eventos de la vida social humana, se sustentan necesariamente en los paradigmas individuales constituidos a partir de elementos conceptuales, contextuales, circunstanciales, sicológicos, sociológicos, y una infinita nómina de procesos inherentes a nuestra naturaleza. La identificación, apreciación y elección de un fenómeno fructifica a partir de la inconsciente adaptación de estas concepciones.
  Las líneas divisorias en la conformación del gusto, aluden a cuestiones simplistas o fundan parapetos indefinibles, cuyas explicaciones resultarían sumamente complejas. En una representación esquemática de las opciones selectas, pudieren definirse disímiles niveles para facilitar la comprensión de determinadas elecciones y el índice de complejidad en las mismas.
  Ciertos designios merecerían asentarse en las escalas más escuetas; entiéndase: aromas, indumentarias, cromatismos, entre otras resultantes de apreciaciones puramente sensoriales. En una esfera superior se ubicarían unidades dirigidas a la distinción de deleites íntimos como distracciones, hobbies, monomanías y una extensa lista de asuntos similares. Sin embargo requieren de un mayor desenfado y jerarquía, la cimentación de comportamientos, juicios, criterios o actitudes. Todos estos sustratos se funden de manera espontánea en la construcción de la personalidad.  
  Algunas de las clasificaciones expuestas distan en flexibilidad y significación, podrían incluso emular en la anodina y habitual categorización de “normal”. Otras, en tanto, conforman un ciclo unánime en la mixtura de decisiones y dictámenes irrisorios en el arbitrio particular, apartados evidentemente determinantes en la concepción del ser.
  Sin embargo, hacia dónde se dirige el supuesto gusto individual, cuán personales, inofensivos o legítimos, son estos designios. Una sencilla exploración perceptiva demostrará cuantiosas tendencias a la asimilación de arquetipos suplidos en el irracionalismo, y aunque oportunamente advertidos por unos pocos lúcidos, la incontrolable mayoría les acepta y predica. 
  Un sucinto análisis pudiera revelar aspectos asumidos en la anodina lógica cotidiana. Mero ejemplo serían las regularidades asumidas en el vocabulario (obviando la innovadora jerga popular). Tal es el caso de la incursión terminológica de las clasificaciones bueno-malo, feo-bonito (y sus muchas derivaciones populares como en talla- en llama), esgrimidas bajo el hálito de la superficialidad y la ambigüedad. Definiciones de premiada significación para la caracterización de la telenovela brasileña de turno, postergadas en el fraguar de la inconciencia hacia las diversas circunstancias del comportamiento humano.
  Seducir los intereses de una audiencia, por ende heterogénea, constituye el quid del proceder regente en cuestiones más o menos primitivas, en tanto prolifera la búsqueda de la aceptación en la promulgada equidad, indisoluble e imprecisa. La polémica entre defensores y detractores corrobora la aceptación más o menos plausible en la indefinida masa social, erigida por los diferentes paradigmas particulares. 
  Resulta, por tanto, excelentemente dicotómica la presencia de creaciones que demuestren la diversidad crítica dada por las diferentes perspectivas consiguientes del actuar individual. La paradoja desatada a partir de la producción dramatizada seriada “Bajo el mismo sol”, es un dechado preciso de las mayoritarias diferencias evidenciadas en la esfera intelectual humana. Convertida en “la nueva temporada de la calabacita”, la telenovela espantó desde sus inicios a un público, en su mayoría, devoto a propuestas adalides de la histórica confrontación dual (bueno – malo), domeñadas por un excesivo romanticismo de absortos espejismos, cual enajenante pecera doméstica, y eficaz antesala de “dulces sueños”. 
  Amén las disímiles situaciones concebidas mediante la determinación y el juicio individual, la modelación de estas concepciones es fundamental en la formación, tal vez acertada, de la infalible apreciación personal, ni tan inofensiva, ni tan legítima. El “gusto ideal” emana de la independencia electiva y la autenticidad individual, exenta de contaminantes exógenos y cánones diseñados para acaudalar una avalancha de seres análogos aleccionados, en contraposición anatómica ante sus supremas potencialidades intelectuales, baldías láminas de hormigón armado dispuestas a erigir la insensatez.


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